5 mar 2017

Por qué el mundo entero

7 comentarios:
Un veterano de la guerra de Las Malvinas me regaló esto en el tren.

Un domingo a la tarde, volviendo a casa en el subte, me crucé con una familia extranjera que fue observada con cierta "sorpresa" por la gente que nos rodeaba en la estación.

No hablaban inglés ni portugués y estaba segurísima de que venían de África.
Si supieran la admiración y el aprecio que le tengo a su continente y a su cultura se hubiesen dado vuelta para ver la sonrisa que se me escapó al escucharlos hablar.
Las personas que estaban a nuestro alrededor no los miraron de la misma forma en que lo hice yo. Tal vez fue así porque se creyeron el cuento de que no somos lo mismo.

Cuando escribo sobre la sociedad, casi siempre lo hago pensando en el mundo entero y no sólo en las personas de mi país. Creo que reducir todo a lo nacional es ser egoísta y caer en el desconocimiento de nuestra verdadera esencia. El nacionalismo no es sinónimo de industria local y tampoco significa solo apoyar su desarrollo.
Ser nacionalista es encerrarse dentro de cuatro límites y por ende es rechazar a la humanidad entera.

En el continente donde vivo no somos todos iguales y a pesar de ser conscientes de ciertas diferencias (culturales, económicas, étnicas), construimos más barreras y límites para separarnos y desconocernos un poquito más, supongo.
Pero... ¿por qué tanto rechazo? ¿Por qué queremos distanciarnos de esa forma cuando en realidad tan distintos no somos?

Somos lo mismo pero desiguales.
Humanidad única, sociedades distintas.
Del mismo molde pero con apariencias, culturas y clases diferentes.

Lo que nos separa de nuestra condición humana para que no seamos del todo homogéneos es la cultura y la clase social. Todo lo demás son construcciones sociales inventadas por nosotros mismos: los muros, los límites, las barreras, los espacios, las nacionalidades.

El nacionalismo es rechazar a la humanidad toda.

El mundo es uno solo, somos habitantes de una misma tierra dividida por distancias, kilómetros, aguas, climas, geografías, idiomas.

La familia "negra" que conocí aquel domingo por la tarde en la estación de subte no eran muy distintos a mí ni tampoco a esa gente que los miró mal. Eran personas.... al igual que todos.

Porque al fin y al cabo la humanidad es una sola.
Y a esto me refiero cuando hablo del mundo entero.
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