23 nov 2018

Mujer, trabajadora y luchadora como Marlene


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Ella es de Carpapata Perú, un pequeño pueblo donde solo podía escuchar la radio y no tenía televisión. Es colla, autóctona de los incas de parte de su madre y sabe hablar un poquito quechua, aunque no se acuerda mucho. Marlene Rocío Palomares Collachagua tiene cuarenta y seis años y trabaja como cocinera en un instituto de educación especial en Capital Federal. Actualmente tiene un emprendimiento de locales de ropa en Alejandro Korn. Su experiencia de vida como trabajadora, mujer, luchadora y extranjera demuestran la realidad en la que vivimos día a día: un sistema de opresión y explotación en donde los países latinoamericanos y los sectores sociales bajos son los más afectados.

Ella dice que es trabajadora de la clase baja, que quiere darle lo mejor a sus hijos y enseñarles que “todo se puede en esta vida”. Acá en la Argentina trabajó en geriátricos, en verdulerías, en puestos de diarios, en una lavandería, en un puesto de flores, en una fábrica, como cuidadora de personas mayores, como limpiadora de edificios, casas y departamentos. También trabajó como cocinera ad honorem en un comedor comunitario de La Boca a cambio de un plato de comida y mercadería. “Yo cuando llegué acá a Argentina sentí que estaba tocando el cielo y pisando el paraíso”, dijo con el mate en la mano. Marlene tuvo una niñez y una adolescencia dura, pero una vida llena de frutos. Por eso siempre tiene algo para contar, una experiencia para compartir y una lección para comunicarle a todo el mundo: es una mujer luchadora que nunca se dio por vencida.

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Su primer trabajo lo tuvo a los trece años cuando se fue de su hogar para irse a Lima y ser niñera a tiempo completo en la casa de una familia judía. “Me fui de casa porque veía que ya la situación no daba. Yo trabajaba y le mandaba plata para mi mamá, y después juntaba para estudiar también”. Ella ya no quería estar ahí, en su casa vivía en un contexto de constante violencia.

Marlene aún era joven y quería terminar sus estudios, para eso trabajó en una panadería con su tía. Se levantaba a las tres de la mañana, entregaba los panes a las cinco y después de eso iba a la escuela gracias a la platita que juntaba todos los días. “Yo la verdad admiro a mi tía, es una mujer trabajadora, yo a esa edad decía yo voy a ser como mi tía Leoncia, está viva todavía”, comentó.

Cuando terminó de tomar mate relató la convivencia con su segunda pareja: “Fue la peor parte de mi vida, era un hombre golpeador, más que mi papá. Al principio lo vi tan bueno, pero cuando me junté con él yo le decía: tú eres el diablo vestido de ángel. Me golpeaba, me golpeaba, me golpeaba tan mal, que después me acordaba de mi mamá y decía: mi mamá habrá aguantado por nosotros. Yo no me quería separar porque si yo me separo, mi hijo Kevin no tiene papá, Nando no va a tener papá, hasta que me embaracé de Antonito”, relató con lágrimas en los ojos. “Fue la peor parte de mi vida. Dije, no voy a tener más hijos, no voy a vivir más con este hombre”, a Marlene se le quebró la voz. “Me voy. ¿A dónde? No sé, pero me voy. Decidí dejarlo”.

Le pregunté a dónde había decidido irse y me contó lo más importante de su historia: “Tengo primas en Italia, ellas me dijeron vente para acá. Y dije me voy a Italia, pero sin mis hijos. Antonito tenía un mes de nacido. Agarré bien mi corazón, lo até bien a mí y dije me voy a Italia, pero cómo hago para llevarme a mis hijos. Llegué a Lima, iba a ir a Italia de manera ilegal, mi prima me mandó un curso para venirme a Bolivia, allí me hicieron un documento boliviano, una mafia. Una mafia que lleva gente ilegal al extranjero. Llegué a Bolivia y me hicieron el documento boliviano donde me llamaba Virginia Pérez, ya no era más Marlene Palomares, era Virginia. Iba a irme como boliviana a Italia. Yo me quería ir, era la única forma. La mafia me hizo estudiar el himno nacional, los platos típicos de Bolivia… tuve que estudiar todo”, declaró.

Marlene explicó que Virginia Pérez en realidad existía, que era una persona que le había vendido su identidad: “Terminé de dar todos mis exámenes y llegamos a la Argentina, nunca me voy a olvidar. Fue una agencia de viajes ilegal, nos cambiaban de identidad y nos llevaban a la Argentina. Cuando llegué acá como Virginia Pérez, nos instalan en un hotel donde ya adentro hacíamos reuniones y salíamos de a dos hacia Ezeiza. Los primeros dos llegaron bien, pero después salieron otros dos y no había noticia de que llegaron. Cuando nos enteramos, a los cuatro días que no había noticias, estaban acá en la cárcel, los habían detectado que no eran bolivianos”.

En ese momento su destino se desvió hacia otro lugar. Italia ya no era más una opción, su objetivo cambió. En el 2004 cuando tenía treinta y un años, Marlene tomó una decisión que marcó su rumbo: “De ahí dije, no, yo no voy a viajar más. Estaba ya sin plata, tuve que dormir en la plaza de Once yo y mis cuatro compañeras. Dije no voy a ir, yo me quedo acá, si acá hay vida. Yo voy a trabajar y voy a traer a mis hijos, acá voy a poder traerlos. Yo sabía que acá podía trabajar y comunicarme con ustedes normalmente, y mis hijos podían estar acá conmigo”.

Con la voz a punto de quebrar, confesó su vida a la intemperie, sin un techo, sin trabajo y sin su identidad real: “Compraba tres kilos de mandarina, uno para el desayuno, otro para el almuerzo y el otro para la cena. Dormía en las calles de Once con mis tres compañeras que siguieron mi camino. Nos íbamos al subte y nos prestaban el baño para bañarnos, cambiarnos y asearnos. No sé quiénes son esas personas que nos ayudaron, quiero ir a agradecerles pero nunca los encontré. Después en las verdulerías empecé a buscar trabajo con compatriotas míos, tanto he caminado que llegué hasta Constitución. Parecía que Argentina era mucha paz porque yo vine de Perú donde había mucha muerte, para mí este país era un paraíso. Así que llegué a Constitución, me dieron trabajo en la verdulería, una compatriota mía, una Cusqueña. Me pagaba dos pesos por día. Ahí trabajé, luego dormía ahí, tenía cama y todo. Así que para mí era lo mejor. Yo les decía a mis compañeras tenemos que encontrar trabajo, pero nadie nos conoce, no tenemos identidad propia, estamos como delincuentes. Pero esto se puede arreglar, todo se puede en esta vida.  Se puede arreglar, yo lo voy a arreglar, me tengo fe”.

Marlene reveló la estructura social en la que vivimos: “En Perú no existe la clase media, existe la clase alta y la clase baja. La clase alta es un diez por ciento y la clase baja es un noventa por ciento, quiere decir que la clase alta domina a la clase baja. La clase alta domina al gobierno para que la clase baja no trate de pensar mejor. ¿Qué hace la clase alta? Le cobra a la clase baja la educación y la salud para que no piense, para que sean ignorantes y trabajen a su mandato. Son pocos los que llegan a ser universitarios y los que llegan, tampoco les dan trabajo. Yo soy de la clase baja. Mi conciencia es esa, salgo para mejorar mi calidad de vida. Yo no quiero volver a Perú, porque si vuelvo voy a volver a ver las muertes, voy a ver la violencia en todo sentido de la palabra, violencia personal, violencia de mi niñez, violencia en el país. Me considero trabajadora de la clase baja, soy extranjera, tengo que poner mi granito de arena, me tengo que ganar el pan del día”.

Ella dice que toda su vida trabajó en negro hasta que tiempo después de haber entrado en el Instituto de educación especial, le ofrecieron el puesto de cocinera. Señaló que el trabajo en negro es explotador, porque durante todo ese tiempo no tuvo aportes ni obra social para cuidar a sus hijos. “Es algo que no te da todos los beneficios como a los demás, más que nada a nosotros los extranjeros. Nosotros los extranjeros estamos sometidos a aceptar lo que venga porque venimos de países en crisis”, comentó.

Con un sinfín de anécdotas para contar, desde las cosas más bellas a las más duras, Marlene provoca esa sensación de creer que vivió mil vidas.

Mujer de mil oficios, de alma y brazos fuertes, de sonrisa encantadora y risa contagiosa: ella es Marlene con todas las letras.

¡Feliz cumpleaños, genia!

3 comentarios:

  1. Wow que fuerte relato de una mujer luchadora. Muy buena entrada Aylu <3 te felicito.

    Un beso desde Plegarias en la Noche.

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  2. Many Thanks for the shared this informative and interesting post with me.
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  3. Los libros nos hacen sentir bien. Sentir libres. También como nos vestimos nos hace sentir libres. Buscar la moda de hoy y de siempre es para vestirse y sentirse libre. Excelente blog. Muchos saludos y gracias por compartir.

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